sábado, 25 de febrero de 2012

Siempre estarás angustiado. Puedes matar a tus prójimos, descuartizar a un niño si quieres, humi­llarte, convertirte en criado, dejar que te abofeteen, buscar una mujer que conduzca sus amantes a tu casa. Aunque les alcanzaras la palangana con el agua con que se lavarán los órganos genitales ―mientras ellas permanecen recostadas y desnudas acariciándoles―, y tú humildemente buscaras las toallas en que se han de enjuagar; aunque llegues a humillarte hasta ese extremo, ni en la máxima humillación encontrarás consuelo, demonio. Estás perdido. Tus ojos siempre permanecerán limpios de toda mancha y tristes. Te podrán escupir al rostro, y te secarás lentamente con el dorso de la mano; o pueden hacer un círculo en torno tuyo los hombres y tu mujer, befarte, ha­ciendo que te arrastres apoyado en las manos para besarle los pies al último de sus criados, y no encon­trarás, ni soportando aquel ultraje, la felicidad. Esta­rás triste aunque grites, aunque llores, aunque te abras el pecho y con el corazón sangrando en la palma de las manos camines por los caminos más polvo­rientos buscando quien te raye el rostro con la punta de un puñal, o con los garfios de las uñas.
Roberto Arlt - "Los Lanzallamas"

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